MI AUTOBIOGRAFÍA




Mis raíces y mi identidad
Mi nombre es Grecia Santiago, y actualmente soy estudiante de Ingeniería en Gestión de Tecnologías de la Información en la Universidad de Montemorelos, en Nuevo León. Aunque hoy resido en el internado de la Universidad de Montemorelos, mis raíces están en Ixhuatlán del Sureste, Veracruz, el lugar donde crecí y donde forjé muchos de los valores que hoy me definen.
Desde siempre he admirado a mi tío Carlos y a mi madre, quienes han sido pilares en mi vida. Mi tío Carlos es ingeniero en Sistemas Computacionales en la Universidad de Montemorelos, la misma institución donde hoy tengo el privilegio de estudiar. Desde pequeña, lo veía trabajar con pasión en el mundo de la tecnología, resolviendo problemas con lógica y creatividad. Me fascinaba su capacidad para encontrar soluciones a los desafíos tecnológicos y cómo siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás con su conocimiento. Su ejemplo despertó en mí un profundo interés por la ingeniería y me motivó a seguir sus pasos, convencida de que este es el camino donde puedo desarrollarme y hacer una diferencia.
Por otro lado, mi madre, contadora de profesión, me ha enseñado con su esfuerzo y disciplina que el éxito se construye con perseverancia y fe. Su fortaleza y entrega me inspiran a dar siempre lo mejor de mí.
Desde pequeña, mi vida ha estado influenciada por la educación adventista, la cual me ha enseñado que el conocimiento no es solo una herramienta para el crecimiento personal y profesional, sino también un medio para servir a los demás y reflejar el amor de Dios en todo lo que hago.
Mi infancia y mi familia
Mi nombre es Grecia Valeria Santiago Santiago tengo 18 años y actualmente resido en Montemorelos, Nuevo León. Nací el 23 de agosto del 2006 en la ciudad de Minatitlán en el Hospital Regional de PEMEX, y crecí en Ixhuatlán del Sureste, Veracruz, en el seno de una familia adventista que siempre me inculcó valores como la fe, la responsabilidad y el amor por el aprendizaje. Mi familia ha sido el pilar más importante en mi vida, brindándome apoyo en cada etapa de mi crecimiento. Mis padres se llaman Verónica Santiago Domínguez y Williams de Jesús Santiago Cruz y mi hermana Karla Isabella Santiago Santiago.
Soy muy afortunada de haber crecido rodeada de amor y de haber aprendido de cada uno de mis familiares. Mis padres han sido mi mayor apoyo en cada etapa de mi vida, guiándome con su ejemplo, sus valores y su amor incondicional. Mi mamá es una mujer fuerte, trabajadora y con un corazón lleno de amor. Siempre ha estado ahí para darme fuerzas en los momentos difíciles y motivarme a seguir adelante con mis sueños. Su determinación y sacrificio me han enseñado que con esfuerzo, disciplina y fe, todo es posible. Como contadora, he visto cómo enfrenta los desafíos con inteligencia y compromiso, organizando cada detalle con precisión. Pero más allá de su profesión, lo que más admiro de ella es su capacidad de entrega y servicio, su forma de cuidar a nuestra familia y la manera en que siempre encuentra palabras de aliento cuando más lo necesito. Ella me ha enseñado que el verdadero éxito no solo está en los logros profesionales, sino en la capacidad de amar, ayudar y guiar a los demás con humildad y generosidad. Mi papá también ha sido una gran inspiración para mí. Su dedicación y compromiso con nuestra familia me han mostrado el verdadero significado de la responsabilidad y el amor incondicional. Siempre ha sido un hombre trabajador, que lucha por sus metas con esfuerzo y sin rendirse ante las dificultades. De él aprendí el valor de la perseverancia y la importancia de nunca conformarse con menos de lo que uno puede dar. Con su ejemplo, me ha enseñado a esforzarme en cada área de mi vida, a ser constante y a enfrentar los retos con valentía. Su apoyo inquebrantable me ha dado la seguridad de que, sin importar las circunstancias, siempre tendré un hogar donde ser escuchada, comprendida y alentada a seguir adelante.
Gracias a mis padres, crecí con valores sólidos y con la certeza de que, con Dios en el centro de mi vida, puedo alcanzar mis sueños y ser de bendición para los demás.













Mi hermana: Mi compañera de vida
Tengo una hermana de 14 años y, aunque a veces hemos tenido nuestras diferencias, el lazo que nos une es inquebrantable. Ella ha sido una de mis mejores amigas y una de las personas más importantes en mi vida. Juntas hemos compartido momentos inolvidables, desde risas y travesuras hasta conversaciones profundas que fortalecen nuestra relación.
A lo largo de los años, hemos aprendido a apoyarnos mutuamente en cada reto, recordándonos que, pase lo que pase, siempre podemos contar la una con la otra. Su compañía y cariño hacen que cada día sea especial, y su forma de ver la vida con entusiasmo y alegría me inspira. Estoy profundamente agradecida de tenerla a mi lado, porque más que una hermana, es un regalo de Dios en mi vida.
Mis abuelos: Mis segundos padres
Desde pequeña, mi vida ha estado marcada por la fe y los principios cristianos que aprendí en el hogar y en la escuela. Aunque mis padres siempre estuvieron presentes en mi vida, desde niña fui criada por mis abuelos maternos, Tomasa Domínguez Luis y José Dimas Santiago Santiago, debido a que mis padres trabajaban para darnos un mejor futuro.
Mis abuelos no solo fueron mis cuidadores, sino también mis primeros maestros en la vida. A través de ellos aprendí que la fe es el cimiento sobre el cual se construye una vida con propósito. Mi abuelo Dimas, en particular, se convirtió en mi mayor inspiración. Él me enseñó que el conocimiento es un don que debemos aprovechar y compartir con los demás, y que, sin importar los desafíos, Dios siempre proveerá un camino. Me motivaba a esforzarme en mis estudios y me recordaba constantemente las palabras de Josué 1:9: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.”
Por otro lado, mi abuela Tomasa me mostró con su ejemplo el amor incondicional y la importancia de la paciencia. Con ella aprendí que servir a los demás con humildad es una de las formas más puras de reflejar el amor de Cristo. Sus enseñanzas me ayudaron a comprender que no importa cuán grande sea el éxito que logremos, si no está fundamentado en la voluntad de Dios, carece de verdadero significado.
Junto a mi abuela, mi tía Xóchilt jugó un papel crucial en mi crianza. Ella siempre veló por mí con el mismo amor y cuidado que una madre, guiándome en cada etapa y asegurándose de que nunca me faltara nada. Su presencia en mi vida ha sido un regalo invaluable, pues con su amor incondicional y su apoyo constante, siempre ha sido un ejemplo de fortaleza y dedicación. Mi prima Lizzy, quien es solo 10 meses mayor que yo, también fue una compañera inseparable en mi crecimiento. Desde pequeñas compartimos no solo juegos y aventuras, sino también el cariño y la guía de nuestra tía y abuela. Crecimos juntas, aprendiendo la importancia de la familia y del apoyo mutuo. Lizzy no solo fue mi prima, sino también mi hermana de la vida, alguien con quien compartí innumerables momentos que marcaron mi infancia y que siempre llevaré en mi corazón.















Mi formación académica
Desde pequeña, mi educación estuvo basada en valores cristianos, lo que ha sido un pilar fundamental en mi formación personal y académica. Estudié durante 14 años en el Colegio Niños Héroes, desde el 2010 hasta 2024, donde no solo adquirí conocimientos en diversas áreas, sino que también aprendí principios fundamentales como la fe, el servicio y la perseverancia.
Desde el nivel preescolar hasta mi graduación de preparatoria, crecí en un ambiente que fomentaba el aprendizaje integral, combinando el conocimiento académico con el desarrollo espiritual. Durante este tiempo, participé en diversas actividades escolares que reforzaron mi sentido de responsabilidad y compromiso, tanto con mis estudios como con mi relación con Dios.
Permanecer tantos años en la misma institución me permitió construir lazos muy fuertes con mis compañeros y maestros, quienes fueron una parte importante de mi desarrollo. Aprendí la importancia del esfuerzo, la constancia y la disciplina, valores que hoy aplico en mi vida universitaria. Además, fue en este ambiente donde descubrí mi pasión por la tecnología y la gestión de proyectos. Desde pequeña, sentí una gran curiosidad por el funcionamiento de los sistemas digitales y, con el tiempo, comprendí que quería dedicar mi vida a esta área.
Mi educación adventista no solo me brindó herramientas académicas, sino que también fortaleció mi convicción de que todo lo que haga en la vida debe tener un propósito mayor: servir a los demás y honrar a Dios con cada uno de mis logros.

Crecimiento y aprendizaje
A lo largo de mi vida, he enfrentado retos que me han ayudado a crecer y fortalecer mis convicciones. La educación ha sido una parte fundamental de mi desarrollo, no solo por los conocimientos adquiridos, sino por las experiencias que me han permitido descubrir mis talentos y capacidades.
Mi interés por la tecnología nació de la fascinación por cómo esta puede transformar la vida de las personas. Desde que tuve mi primer acercamiento con la informática, supe que quería formar parte de este mundo y contribuir con soluciones innovadoras. La programación, la ciberseguridad y la inteligencia artificial son áreas que me apasionan, y cada día busco aprender más para desarrollar habilidades que me permitan aportar en estos campos.
Además de mi formación académica, he aprendido a valorar la importancia del crecimiento personal y espiritual. A lo largo del tiempo, he comprendido que cada desafío trae consigo una oportunidad de aprendizaje y que, con fe y determinación, es posible superar cualquier obstáculo. De todas las personas que han influido en mi vida, mi abuelo Dimas ocupa un lugar especial en mi corazón. Él no solo fue un abuelo amoroso, sino también un maestro, un guía y un ejemplo de fe inquebrantable. Desde pequeña, él despertó en mí la curiosidad por el aprendizaje y la importancia de la educación.
Recuerdo con cariño cuando me enseñaba cosas nuevas y me animaba a esforzarme en mis estudios. Su amor por la enseñanza y su manera de enfrentar la vida con valentía me inspiraron a ser mejor cada día. Aun en sus últimos momentos, su fe permaneció firme, y su vida me dejó una enseñanza invaluable: nunca rendirse y siempre confiar en Dios.